viernes, 4 de septiembre de 2009

Escribir para los extraños, para los que no conocerás jamás, para los que no comparten nada contigo. Pensar palabras para los que hablan otras lenguas. No hay confianza en que lo expresado llegue sin que haya compromiso de su integridad: lo recibido no es más que retazos lejanamente inconvexos. Tan solo podemos asegurar la transmisión de las ruinas, del ruido que mutila al texto; creo que la única poesía posible es la de la interferencia.

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